De Ámsterdam a Figueres
Atravesando cuatro países (Holanda, Begica, Francia y España), por Francisco Slutzky
El 1° de septiembre del pasado año 2012, comencé un viaje en bicicleta que duraría catorce días y me llevaría a atravesar cuatro países o mejor dicho cruzar tres fronteras. Este viaje fue ideado dos años atrás en un momento de mi vida en el que creía necesitar de una gesta heroica, un esfuerzo notable o una superación tanto física como mental. El viaje no tuvo ninguno de los tres significados previamente nombrados. Fue simplemente divertido por el hecho de haber podido hacer lo que más me gusta: viajar o mejor dicho, estar en camino y andar en bicicleta.
Salí a las siete de la mañana de mi casa. Bajé la bicicleta con sus respectivos bultos traseros y me fui. El día era soleado y me sentía fuerte y decidido. Había entrenado duro durante dos meses. Por los caminos llanos de Holanda hice tres mil kilómetros de ruta en bici. Estaba preparado y mentalmente relajado. Tenía la logística del viaje bien estudiada: cantidad de kilómetros por día, ciudades donde descansar o pernoctar, etc….Pensaba: Holanda y Bélgica iban a ser pan comido en comparación con lo que iban a ser Francia y España.
Tanto Holanda como Bélgica tienen la mayor y mejor red de bici sendas del mundo y cuenta con apenas laderas y ninguna montaña. Error. Holanda no tiene montañas… Bélgica tiene las Ardennes, cadenas de montañas bajas, pero empinadas, muy empinadas contando de graduaciones en subida de montaña de hasta un diez por ciento. Eso sí, para un ciclista no hay mejor premio que una bajada luego de una subida sufrida y dura.
Tres días tardé en llegar al sur de Bélgica. Ámsterdam – Eindhoven– Tienen– Dienant. Al cuarto día crucé a Francia donde hice parada en una ciudad llamada Sedan . Allí me alojé en un viejo castillo transformado en hotel. Me encontré con una pareja amiga de Holanda que había partido ese mismo día de Ámsterdam en coche, e iban en dirección a Ibiza, lugar donde también yo iría al cabo de haber finalizado mi viaje.
Salimos a cenar, charlamos y descubrí en sus rostros la aprobación y reconocimiento sobre aquello de lo que había estado hablando por todo un año y evidentemente no iba a quedar solamente en palabrerías y objetivo no realizado. En fin, lo pasamos bárbaro. Partí al día siguiente, temprano. Me quedaba prácticamente toda Francia por bajar. Tardé once días más en cruzarla de norte a sur por el costado oeste. Once días, once ciudades, decenas de pueblitos, conversaciones ocasionales por el camino, en los hoteles, bares, en donde fuere…Viajé mayormente por carretera nacional y ocasionalmente por caminos interiores. Crucé valles hermosos, bosques tupidos, pasé por Borgoña (nada más que viñedos), Roquefort, Boullon, Longchamp. Pasé por Verdún, la ciudad mundial de la paz, vi la casa donde nació Juana de Arco, la cancha del Lyon F.C…. Una bajada para la memoria: pasado Aviñón, dos kilómetros de bajada de siete por ciento con el Mediterráneo de un lado y montaña a la derecha. El nivel de adrenalina de ese momento no lo he vuelto a experimentar. Día catorce: llegue y partí de Perpiñán dirección a España; interponiéndose entre el país ibérico y yo los Pirineos. Reconozco que dudé por un instante si atravesarlos o bordearlos. Decidió mi ego. Los atravesé a 700 metros de altura. Tardé una hora y quince minutos en ver el cartel que me indicaba donde me encontraba: ¡España! En ese instante supe que mi viaje había terminado. Los siguientes kilómetros a Figueres pasaron volando. El sentimiento de satisfacción que sentí en ese momento, durante todo el día, no tenía precedente. Llegué a Figueres, me subí al tren en dirección a Barcelona donde me bajé en Paseo de Gracia y me fui a comprar el boleto del ferry que me llevaría esa misma noche a Ibiza. Pasé el día en la Barceloneta donde comí jamón, paella, tomé cerveza con gente que conocí esa tarde y el subidón me duró una semana.
Fotografías: Francisco Slutzky