Nala: la gata que viaja por el mundo en bicicleta
A finales de 2018 el escocés Dean Nicholson llevaba tres meses pedaleando con la intención de dar la vuelta al mundo en bicicleta, fue en ese momento que el ciclista conoció a Nala, la gatita que proporcionó a su vida el rumbo y el propósito que le faltaba».
Dean nunca ha creído en las coincidencias, por eso cree que conocer a Nala no fue cosa del azar. «Me gusta pensar que yo también le aporté a Nala lo que estaba buscando».
Durante mucho tiempo había soñado con poder llegar hasta Asia Menor, a lo largo de la antigua Ruta de la Seda, entrar en el sudeste de Asia y, desde allí, descender hasta Australia, a través del Pacífico para volver a ascender desde el sur del continente americano hasta América Central y Estados Unidos. Además se imaginaba atravesando arrozales en Vietnam, recorriendo desiertos en California, cruzando pasos de montaña en los Urales y pedaleando por las playas de Brasil. Mientras pensaba en todos estos lugares, un maullido lo hizo frenar en seco. Un gatito atigrado corria por la ruta por la que circulaba tratando de seguirlo en forma desesperada.
De esta forma nace El mundo de Nala (La Esfera de los Libros), un relato de aventuras que tuvo muy buenas críticas en la prensa internacional. «Escribir este libro ha sido casi tan exigente como algunos de los retos a los que he tenido que enfrentarme durante mis viajes, pero solo casi», aseguró Nicholson. Desde Albania hasta Turquía o Grecia, el viaje de esta pareja viajera cuenta con grandes anécdotas. Una aventura que siguen más de 950.000 seguidores en Instagram.
«Con Nala fui bendecido con la compañera de viaje ideal. La quería no solo por lo feliz que me proporcionaba tenerla a mi lado en la bicicleta cada día. O por la forma en que me permitía ver el mundo a través de sus ojos«, contó Nicholson. «La quería por todo lo que había agregado a mi vida. Por haberme aportado un nuevo sentido de responsabilidad, de propósito y dirección. Por haberme colocado en el camino correcto. Hacia dónde nos dirigiríamos: norte, sur este u oeste, eso nadie lo sabía».
Tras finalizar su viaje, que les llevó por casi una veintena de países y culminó con el cierre de fronteras en plena pandemia, Nicholson regresó con una única certeza: la de que un buen viajero no tiene planes fijos ni tampoco la intención de llegar. «Durante el tiempo pasado en la carretera, llegué a comprender que no tiene ningún sentido planificar. Si algo había aprendido, era a esperar lo inesperado».