De La Pampa hasta el mar en bicicleta
Relato del cicloviajero Andres Peters sobre sus inicios con la bicicleta
Nací en Darregueira, provincia de Buenos Aires, en 1985 y desde los 12 años, vivo en Santa Rosa, La Pampa. Soy el más chico de la familia, tengo dos hermanas mayores y vivir en un pueblo me dió mucha libertad.
Me dediqué a la mecánica desde los 14 hasta los 30 años y luego decidí cambiar de vida. En ese momento, vendí mis pertenencias y me fui a vivir al Caribe. Mi idea era trabajar de buzo profesional en Panamá pero la realidad era bastante diferente a la idea que yo tenía previamente. Por lo cual decidí no quedarme quieto, y seguir viajando. A partir de ahí me abrí a aprender a trabajar de cualquier oficio que me permitiera seguir viajando y que también de esa forma sumar diferentes experiencias.
De La Pampa al Mar
Mi primer viaje en bicicleta surgió después de mi primer viaje en solitario en moto. Estando en Perú, me crucé con ua cicloturista suiza que estaba recorriendo desde Alaska hasta Ushuaia, ahí me despertó la curiosidad por realizar mi propia experiencia. Al retornar a La Pampa, le comenté a mi amigo y socio, Marcelo Furch que tenía ganas de hacer un recorrido en bici y él, por primera vez, me cuenta que tenía pendiente cumplir una promesa que se había hecho a sí mismo cuando nació su hijo. La promesa consistía en hacer un viaje desde La Pampa hasta el mar en bicicleta. Sin dudarlo, lo motivé para hacerlo juntos. El 5 de febrero de 2014 salimos desde Santa Rosa, con unas bicicletas armadas muy precariamente, con la idea de no hacer rutas muy transitadas, por lo que decidimos ir por caminos secundarios de tierra. tomamos la ruta 9, que costea las vías del tren que llegan hasta el puerto de Bahía Blanca y siete días después llegamos a Pehuen Co.
En esa primera experiencia recorrimos un total de 536 km, pasando por pueblos y parajes que surgieron a partir de la llegada del tren, muchos ya inexistentes, saqueados y olvidados. Fue una experiencia muy rica, ya que, si bien las distancias no eran muy largas pudimos aprender rápidamente que teníamos que abastecernos de mucha agua y comida, ya que por ese camino no había practicamente tránsito y poca gente viviendo en los campos. Desde el primer momento teníamos la idea de acampar donde nos agarrara la noche. A pesar de las dificultades que nos presentó el camino y el clima, como por ejemplo, el calor de pleno febrero, los caminos sueltos de tierra y greda y los numerosos pinchazos, nunca se nos cruzó la idea de abandonar.
Al llegar a Pehuen-Co, nos pusimos eufóricos, entramos festejando y filmando. A los gritos. En la rotonda, en la garita de informes turísticos, había unas personas haciendo una entrevista para el canal local. Al vernos entrar exaltados con las bicis cargadas, nos ofrecieron hacer una nota. En ese momento nos dimos cuenta de que habíamos concretado una hazaña que no muchos se animan a vivir.
Después de esa experiencia, por mi parte comencé a sumar kilómetros y muchas experiencias en bicicleta como de Nicaragua, Centroamérica, hasta La Pampa; desde La Pampa hasta Ushuaia; y desde Etiopía, África, hasta Tanzania.